viernes, 7 de enero de 2011

amor, amor, amor.


El amor está en las cosas minúsculas. Cuando tenía diez años descubría las gotas de la lluvia bajar por los cristales y escuchaba las llaves de mi padre llegando del trabajo con una fascinación interminable, aquel chorro de felicidad infinita llegaba cada día. La comida caliente, el beso abandonado en la mejilla, la interminable carcajada de mi hermano pequeño, el cuerpo y alma de mi madre. Que frágiles éramos. Cuanto vivía.  

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