lunes, 14 de diciembre de 2009

Ni su más remota sombra.


Viene B de trabajar. En un semáforo se ha cruzado con no sé quien que le ha espetado: “tengo que comunicarte un mala noticia. Ramón ha muerto”. B me dice que le queda un poso de disgusto. En grado no haber recuperado o haber profundizado en aquella amistad lejana. Un abismo separa Ramón Carrero de los mortales, aletea todavía su voz en la herida abierta de la memoria.
¿En cuantos momentos de nuestra vida nos acordamos de lo que furiosamente apartamos, a veces, por el brillo ilusorio de lo no importante?

No hay comentarios:

Publicar un comentario