jueves, 16 de septiembre de 2010

1947.



Se fue Imán. Había sido recibida como algo parecido a un delicado objeto. Era la más joven y visible. En los primeros meses, su imagen estilizada iluminaba la planta más alta del pequeño edificio. Poco a poco, aquel vasto reino de inaprensible belleza alcanzó un erotismo completo. El movimiento de sus elocuentes caderas, los cambios de postura de sus piernas y su presencia antártica formaron parte de la iconografía sexual de la oficina. Las representaciones imaginarias de su figura femenina alcanzaron un gigantesco acicate para el público masculino, atesoraban una exquisita propuesta de dejarse seducir en esos saltos imposibles que dan los sueños. Ayer llegó el cese, un simple cambio de emplazamiento. Mañana, la oficina se ensanchará frente a la incapacidad de sustraerse de la ausencia de Imán.

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