jueves, 16 de septiembre de 2010

Donde viven los monstruos.


Cuánto de teatro hay en esta morada que es el vivir.
Muchos de nuestros recatados ciudadanos, bienpensadores, demagogos, compañeros y amigos colaboran indiferentemente con las superestructuras de la sociedad para asegurarse recursos, seguridad y cierta estabilidad económica. Sin reflexionar o en una supuesta incapacidad para juzgar los hechos es posible encontrar situaciones atenazadas como meras existencias.
Algunos, adquieren cierta destreza en adoptar ciertas posturas críticas o artisticas, nada más. Las evidencias son numerosas. Son indiferentes pero defienden su parcela invisible de ego. Son disciplentes con el Poder o colaboracionistas, da igual, invierten sus capitales en bolsa, casas, vehículos, consumo electrónico, moda, tienen ahorros, propiedades, negocios e incluso en raros procesos aplican técnicas de ser anti-algo. Lo que más les une, es la amargura y el desinterés por desenmascarar la propia historia.
La mayoría aboga por un proceso individualista que enarbola una teoría de adaptación al medio y demuestran cierta condición de compromiso social pero sin acción. Desde esta perspectiva, ¿qué queda por hacer en esta España del siglo XXI?

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